Para niños que comen mal

 

Hay alimentos que se encuentran en la lista negra de la mayoría de niños: verduras, pescados, carne… Con un poco de imaginación y mucho cariño se consigue que poco a poco vayan probando de todo y que su lista negra cada vez sea más pequeña.

Ningún niño dirá que no si se le ofrece la comida como un bosque, o una carita comestible. Sí. Sí da más trabajo presentar así una receta, pero merece la pena, porque lo ven como un juego y no como una obligación.

Hay niños “perezosos” para comer, entonces si no tienen que masticar todo será más fácil. Eso sí, procura que tus cremas tengan colores alegres (el naranja y el amarillo estimula el apetito). Si las cremas son verdes, evita las verduras amargas, añade siempre alguna zanahoria o manzana para suavizar los sabores. 

Si junto con las verduras trituras algo de pescado cocinado  al vapor, o carne a la plancha, conseguirás un dos en uno. Te marcarás un farol si dejas en los purés algún trocito de verduras para que los aparten, pensarán que las quitan y se comerán el resto sin darse cuenta.

Aprovecha que a todos les gustan las hamburguesas para hacerlas de merluza, salmón, sepia… al estar el pescado desmigado y mezclado con otros ingredientes, incluso salsa de tomate o kétchup, adiós problemas. Emplea el mismo truco para las legumbres.

Otro truco es no llenarles mucho el plato, porque se cansan antes de empezar. 

Las miniporciones, como baritas, Nuggets o bolitas les atrae mucho y se lo comen mejor.

Los empanados crujientes también son una apuesta segura. Puedes hacerlos con kikos, almendras, arroz inflado o copos de maíz machacados.

Otro recurso infalible son las croquetas, sobre todo si les dejas participar en su elaboración, dejando que sean ellos quien les dé la forma o las empanen.

En Revistarecetas.com siempre hemos dado mucha importancia a la implicación de los niños en la cocina. Son tantísimas cosas las que pueden aprender cocinando que no nos cansaremos nunca de insistir en los muchos beneficios que les aportaremos enseñándolos a cocinar. 

Cocinando aprenden a planificar, a decidir, a valorar, a medir y pesar (una habilidad matemática), a tener responsabilidad, a dar más valor a la seguridad y a la limpieza, desarrollan su capacidad de observación y el sentido de trabajo en equipo. Cocinar, además, desarrolla hábitos saludables de alimentación que en un futuro significarán, al adolescente y al adulto, una vida sana.


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