Alcachofa

 

La alcachofa, cuyo nombre científico es Cynara scolymus, es originaria del mediterráneo oriental. Tras su peculiar apariencia esconde todo un tesoro de cualidades alimenticias, terapéuticas y culinarias, que la sitúan entre los manjares más originales de la cocina, convirtiéndola en una de las joyas de la dieta mediterránea.

Los testimonios más antiguos de la existencia de la alcachofa se remontan a los bajorrelieves egipcios. También era conocida por griegos y romanos 500 años antes de Cristo, e incluso los pitagóricos la recolectaban en estado silvestre para devolver el apetito a los afectados por dolencias estomacales. En Francia, en el siglo XVIII, comerla era un privilegio de la aristocracia.

La alcachofa es pobre en calorías y ayuda a controlar el peso, tanto es así que incluso ha aparecido recientemente una “dieta de la alcachofa”. También contribuye a mantener a raya el colesterol, protegiendo el sistema circulatorio. Contiene vitaminas A, B 1, B 2 y C, y minerales como el hierro, fósforo, manganeso, magnesio, calcio, potasio, sodio y cobre.

El sabor ligeramente amargo y áspero de la alcachofa se debe a la cinarina, un principio activo que estimula la secreción de la bilis por el hígado, protegiéndolo y facilitando una buena digestión de las grasas.

Es una verdura con grandes propiedades curativas, depuradora sanguínea, muy digestiva (sobre todo cruda), estimulante y diurética. Actúa favoreciendo la eliminación de urea, colesterol y ácido úrico. Algunos médicos recetan infusiones a base de boldo y alcachofa, puesto que es una eficaz terapia para los enfermos hepáticos.

Indicada, como hemos comentado, en la congestión e insuficiencia hepática, en la insuficiencia renal, infecciones intestinales, gota, artritis, litiasis, cansancio, intoxicaciones, reumatismo y diabetes, gracias a su contenido en inulina, lo que convierte a la alcachofa en un alimento muy aconsejado en las dietas para las personas que padezcan estas afecciones.

El final del otoño y los meses invernales son las mejores épocas para consumir la alcachofa. Tiene que estar prieta, y cuando se le apriete debe crujir. Sin embargo, si las hojas están blandas o se abren fácilmente significa que ya no están frescas. Para evitar que se vuelvan oscuras, en la cocción se le añade unas gotas de limón.

Como es costumbre, os aconsejamos unas recetas con esta hortaliza tan especial: la paella de la huerta, la menestra de verduras tradicional, el arroz con alcachofas, las cigalas con alcachofas y jamón o el roscón de alcachofas.

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