Las espinacas

 

Las espinacas (Spinacia oleracea) fueron introducidas en Europa hacia el año 1000, procedentes de regiones asiáticas, seguramente Persia. A partir del siglo XVIII su consumo toma importancia. De todas formas, en tiempo de los romanos, probablemente ya existían como una verdura silvestre. 

La espinaca es muy apreciada por su elevado valor nutritivo y su riqueza vitamínica. Tradicionalmente se ha consumido fresca, hervida o frita, aunque hoy en día es una de las hortalizas más utilizadas en la industria de la congelación.

Esta verdura tiene fama de ser muy rica en hierro, aunque nuestro cuerpo no retiene más que una pequeña cantidad del hierro que contiene. La vitamina C influye positivamente en la asimilación del hierro de las espinacas, por lo que un vaso de zumo de naranja durante la comida triplica su asimilación. Por el contrario, tomar una taza de té o de café después de la comida influye de forma negativa en la asimilación de hierro.

La espinaca se encuentra entre los vegetales más ricos en vitaminas. Su porcentaje en vitamina A es altísimo, así como las del complejo B, cuyos componentes desempeñan un importante papel en el crecimiento. Contienen, asimismo, vitamina C, E y K. Es desaconsejable el uso de las espinacas para aquellas personas delicadas de hígado o que sufran alguna enfermedad hepática o de riñón.

Las espinacas frescas deben tener la hoja lisa y de un verde oscuro, intenso y uniforme. En el mercado podemos encontrar, principalmente, tres tipos de espinaca: la espinaca de primavera, con hojas finas y delicadas, muy aconsejable como ingrediente de ensaladas; la de verano y otoño, con hojas más duras que la anterior, ideal para comer cruda o cocida; y la de invierno, de hojas más maduras y fibrosas que las anteriores, por lo que normalmente se consume cocida. Es conveniente lavarlas bien, cambiando varias veces el agua, siempre después de quitarle los tallos.

Las espinacas se pueden preparar de mil maneras, ya sean solas o acompañadas de otros alimentos. A la hora de cocerlas, hay que hacerlo a fuego lento con la cacerola sin tapar, removiéndolas de vez en cuando hasta que se ablanden. Es recomendable que la cocción dure solamente tres minutos para que la espinaca conserve sus cualidades benefactoras. Además, es conveniente echarlas en el agua poco a poco, para evitar romper la cocción y conseguir que mantengan su característico color verde. Por otra parte, si al cocer las espinacas se añade un poco de azúcar, su sabor mejorará, además de desaparecer el aroma a tierra que a veces tienen.

Las espinacas también se pueden comer crudas o ligeramente escaldadas y así forman parte de las ensaladas más deliciosas. Pueden condimentarse en empanada, como relleno de canelones, con arroz, en puré, en ensalada (aunque crudas son muy fuertes), en tortillas o revueltos y acompañando a los guisos o potajes con legumbres.

A continuación os proponemos varias recetas para que podáis disfrutar de todas las cualidades de esta verdura: el potaje de garbanzos con espinacas, la ensalada de espinacas, la lasaña de verduras o la crema de espinacas estilo hindú.

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